“Humillaos pues bajo la mano de Dios, para que él os ensalce cuando fuere tiempo” 1 Pedro 5:6
Estaban por empezar las clases y una niña le pregunto a su abuela:- Dime abuela, cuando eras pequeña, ¿también fuiste a la escuela?.- Si Laura y voy a enseñarte como aprendí a escribir.
En mi cuaderno, la maestra había trazado el modelo de las letras, quería hacerlas iguales con mi pluma nueva… ¡pero fue una catástrofe!
Mis letras salían torcidas, con manchas feas.. ¿Por qué? Seguramente se debía a la pluma, pensé, entonces hurtar la de la maestra seria la solucion. Pero ella pronto se dio cuenta y con voz severa pregunto- ¿ Quien tomo mi pluma?. En el gran silencio que siguió, me puse a llorar y ella se acerco y me pregunto.- ¿por qué lloras, la tomaste? Se lo conté todo.
Entonces con una sonrisa me miro y me dijo:: Toma tu pluma, déjame conducir tu mano, sin contraer tu brazo...tomo mi mano en la suya y con gran sorpresa para mi, la pluma ya no se pegaba y el resultado era bueno. ¡La falta no era pues la pluma sino la mano que la guiaba!
Recordemos siempre esta historia cada vez que intentemos hacer bien, a pesar de nuestros esfuerzos, solo tendremos éxito en la medida en que como instrumento sin voluntad propia, dejemos que Dios “guie nuestra mano” y obre en nuestra vida como quiera, pues tiene una meta precisa para su gloria.
Tal vez en estos momentos hayas escrito de manera desastrosa tu vida, pero no es tarde, solo es cuestión de que estés dispuesto (a) a dejar que sea Dios quien te ayude a tomar la pluma y enseñarte a vivir.
Somete tus pensamientos, opiniones, sueños y proyectos a Dios para que Él sea quien tome las decisiones en tu vida. Deja que sea su mano junto a la tuya las que escriban tu historia.
“La mano de nuestro Dios es para bien en todos sobre los que lo buscan” Esdras 8:22